Golf, ciencia y una proteína que podría cambiar el destino del cáncer

 
  

   Hay batallas silenciosas que se libran mucho más allá de un Green o una cancha de golf.

    Algunas se dan dentro del cuerpo humano, en la más profunda de sus trincheras: el sistema inmunológico. En este terreno —tan invisible como vital— se enfrentan células que deberían defendernos y otras que buscan destruirnos.

    A veces, como ocurre en la mayoría de los tumores, el enemigo se disfraza de aliado, desorienta a nuestras defensas y las convierte en cómplices de su propia expansión.

   Uno de los descubrimientos más impactantes en esta línea lo protagoniza un argentino: el Dr. Gabriel Rabinovich, nacido en Córdoba y actual investigador del CONICET, quien lleva más de 30 años dedicados a desentrañar cómo funcionan las respuestas inmunes en el cáncer.

   Su trabajo más reciente publicado en la que se considera la revista de ciencia más importante de inmunología: Immunity de la editorial Cell Press.

    Este trabajo revela cómo las células mieloides supresoras (MDSCs) —originadas en la médula ósea— son reprogramadas por el tumor para suprimir la respuesta de linfocitos T y favorecer la angiogénesis, entre otras cosas.

  Todo se centra en una proteína llamada galectina-1, una pieza clave que los tumores utilizan para crear un microambiente a su favor.

  Cuando un tumor crece, expresa y libera neoantígenos: proteínas extrañas que no forman parte del repertorio habitual del organismo.

   Esos neo antígenos son detectados por células especializadas llamadas células dendríticas, verdaderas patrullas del sistema inmune.

    Una vez que los capturan, migran hacia los ganglios linfáticos, donde presentan esos fragmentos a los linfocitos T. Si el linfocito reconoce el antígeno como peligroso a través de su receptor, se activa, se clona y se prepara para atacar.

   Es un sistema brillante, diseñado para detectar lo extraño y defendernos con precisión quirúrgica.

   Pero el tumor también juega. Y juega sucio.

   Desarrolla estrategias de escape sofisticadas, una de las más sorprendentes es la capacidad de captar células inmunes honestas, como los neutrófilos, que son nuestra primera línea de defensa.

   Una vez dentro del microambiente tumoral, estos neutrófilos “se dan vuelta”: dejan de actuar como soldados leales y comienzan a suprimir a los linfocitos T y, a promover la angiogénesis, es decir, la formación de nuevos vasos sanguíneos que alimentan y expanden al tumor.

    Aquí entra en escena la galectina-1. Esta proteína es utilizada por los tumores (y por fibroblastos que rodean al tumor) como un arma silenciosa.

    Galectina-1 reconoce azúcares específicos en la superficie de ciertas células inmunes y, al unirse, reprograma su función: las convierte en cómplices del enemigo.

    Así, el tumor no solo sobrevive: forma un escudo con nuestras propias células.

    Inicialmente, se creyó que la mejor solución era eliminar esas células traicionadas, pero la inmunoterapia aprendió algo clave: es más efectivo reprogramarlas para devolverlas al bando correcto.

   Y para eso, se necesita bloquear galectina-1, impedir que active los receptores que desencadenan inmunodepresión y vascularización.

    La ciencia hoy apunta a utilizar anticuerpos monoclonales para inhibir específicamente esta proteína.

    Una tecnología desarrollada por otro argentino ilustre: César Milstein, premio Nobel en 1984 por este trabajo.

    Milstein, quien lamentablemente fue expulsado del país en 1966 durante la dictadura de Juan Carlos Onganía por su pensamiento político y su visión de futuro.

    En tiempos actuales, también podría haber sido desacreditado o marginado.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el golf?

   Más de lo que parece. Porque el golf —como la ciencia— requiere visión, paciencia, estrategia, y sobre todo: apoyo.   

   Ningún jugador puede llegar lejos sin recursos, sin entrenamiento, sin un entorno que lo impulse. Lo mismo ocurre con nuestros científicos.

   Hoy, mientras Gabriel Rabinovich trabaja en un hallazgo que puede cambiar el paradigma mundial del tratamiento oncológico, el CONICET —el organismo que lo respalda— vive una etapa de desfinanciamiento.

   Sin embargo, esta entidad sigue produciendo, porque así como hay golfistas que hacen magia con palos viejos y fairways descuidados, hay científicos que, con pocos medios, cambian el juego.

   Desde esta revista dedicada al golf, queremos rendir homenaje a esa otra competencia silenciosa, que se juega en laboratorios, microscopios y ensayos clínicos y, recordar que un país que no apoya su ciencia es como un club de golf que deja que el pasto se seque, que los greens se arruinen y que el talento se escape.

   Tal vez Rabinovich no juegue al golf, pero su precisión, su lectura del terreno, su capacidad de adelantarse a la jugada, lo convierten en un verdadero maestro de campo, en el sentido más amplio del término.

    Vaya nuestro Homenaje y nuestro agradecimiento a Gabriel Rabinovich y su equipo en pleno…


  
 

Su investigación busca comprender la compleja relación entre el sistema inmunológico y el cáncer.

La proteína galectina-1, eje de investigaciones que impulsan tratamientos innovadores contra el cáncer

Por: Carlos Kumec