El U.S. Open
volvió a mostrar
por qué es uno
de los torneos
más exigentes
del calendario
y, lo hizo en el
histórico
Oakmont Country
Club, una cancha
que, sin árboles
y con bunkers
intimidantes,
expuso las
falencias de
todos… excepto
de uno:
J.J. Spaun,
quien logró un
triunfo
inolvidable y se
consagró campeón
con un total de
uno a bajo del
par del campo.
Spaun no
figuraba entre
los favoritos,
de hecho, su
carrera fue todo
lo contrario a
un camino
allanado.
En su época
universitaria,
integró el
equipo como
walk-on,
es decir, sin
beca, sin apoyos
ni promesas,
Jugaba porque
quería, porque
lo sentía,
porque insistía.
Profesional
desde 2012,
había ganado un
solo torneo en
el PGA Tour, el
Valero Texas
Open en 2022,
pero nunca un "major"...
Hasta ahora.
El jueves firmó
una primera
vuelta magistral
de
66 golpes,
sin errores, con
cuatro birdies
en los primeros
ocho hoyos.
Fue líder en
soledad al
cierre del día,
el viernes y el
sábado mantuvo
el ritmo, cerró
la tercera ronda
con
69 golpes,
quedando apenas
un golpe por
detrás del
puntero,
Sam Burns
y, empatado con
figuras como
Viktor Hovland y
Adam Scott.
Todo indicaba
que el domingo
sería una
pulseada reñida,
pero los
primeros hoyos
de Spaun fueron
un verdadero
desastre:
cinco bogeys en
los primeros
seis hoyos.
En apenas una
hora pasó de
aspirante al
título a quedar
fuera del top
10. Sus primeros
nueve hoyos del
domingo se
fueron en
40 golpes,
una losa
pesadísima.
La lluvia, que
obligó a detener
el juego durante
una hora y
media, fue su
respiro, en ese
parate, Spaun
reinició su
cabeza.
Y ahí nació otro
jugador, uno que
volvió con una
actitud
renovada, con
precisión,
serenidad y
determinación.
En el hoyo 12
embocó un putt
largo para
birdie, volvió a
repetir en el 14
y llegó al 18
con una
oportunidad
única.
Ahí, estando con
2 golpes arriba
del green y un
un putt largo
casi imposible,
desde
casi 20 metros,
con caída,
humedad y la
presión de un "major"
en juego,
emboca su putter
que quedará en
la historia.
El festejo fue
inmediato,
genuino y
emocionado,
rompió en llanto
y, no era para
menos. Su esposa
Melody y sus dos
hijas lo
esperaban en el
green del 18. El
Día del Padre se
convirtió,
también, en el
día de su vida.
Spaun terminó
con
279 golpes (–1),
el único score
bajo par del
torneo, segundo,
a dos golpes,
quedó el escocés
Robert MacIntyre
y, tercero, el
noruego
Viktor Hovland,
con +2.
La cancha, tal
como se preveía,
fue durísima,
Oakmont no
perdona, sus
bunkers
profundos, los
greenes firmes y
veloces y, la
ausencia de
árboles que
expone al
viento,
convierten cada
ronda en una
batalla.
El diseñador
quiso que se
pareciera a un
links escocés, y
lo logró con
creces. Solo
alguien con
mente fría y
corazón caliente
podía salir de
allí con el
trofeo.
Para Spaun, este
triunfo
significa mucho
más que una
victoria, le
abre las puertas
de todos los "majors"
por cinco años,
lo posiciona
entre los diez
mejores del
mundo y, sobre
todo,
lo consagra como
un verdadero
luchador del
golf,
a los 34 años, y
cuando hace
apenas un año
pensaba en dejar
la actividad, el
golf le devolvió
lo que tanto le
costó construir.
En cuanto al
chaqueño
Emiliano Grillo
con rondas de
71-72-71-73,
terminó en el
puesto 19,
con
+7, sin
lugar a dudas un
resultado digno
en un campo
feroz, pero que
no le garantiza
la clasificación
automática al
U.S. Open del
año próximo.
Para lograrlo,
deberá mejorar
su ubicación en
el ranking de la
FedEx Cup y
sostener la
regularidad que
lo llevó a estar
entre los 50
mejores del
mundo en otras
temporadas.
Grillo, que
había
clasificado a
este abierto
tras una
excelente
performance en
Canadá, demostró
que puede
competir con los
mejores, aunque
aún le falta un
cierre de torneo
más sólido para
aspirar a algo
grande.
El U.S. Open
2025 se
recordará por la
dureza de
Oakmont, por los
scores altos,
por la lluvia y
por los que se
cayeron en el
intento, pero,
sobre todo, se
recordará por un
hombre que
parecía vencido
y volvió desde
el fondo.
J.J. Spaun ya no
es un nombre
más: es el
campeón del U.S.
Open y, se ganó
su lugar entre
los grandes.
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